Edurne Portela es una ensayista y novelista española, nacida en 1974. Su carrera profesional se ha desarrollado en Estados Unidos, donde alcanzó un doctorado en Literatura Hispánica en la Universidad de Carolina del Norte ejerciendo posteriormente de profesora en la Universidad de Leigh, Pensilvania, desarrollando además varios trabajos de investigación. En 2016 decide volver a España y dedicarse por completo a la escritura, colaborando con diferentes medios escritos y radiofónicos. Además de «Formas de estar lejos», publicada en marzo de 2019 y reseñada en este blog y accesible desde este enlace, ha publicado el ensayo «El eco de los disparos: cultura y memoria de la violencia (2016)» y en 2017 la novela que hoy comentamos, «Mejor la ausencia». Más información en su página web.
La protagonista de la novela es Amaia, que nos relata en primera persona su vida en dos momentos importantes: cuando es niña y adolescente y luego ya de mayor. En la primera parte de la novela, Amaia va mostrando con un lenguaje infantil sus vivencias familiares y escolares, descubriendo muy pronto que sus padres y sus hermanos andan metidos en diferentes frentes todos bajo el paraguas del ambiente del País Vasco Español en los años 70 y 80 del pasado siglo XX. Unos momentos difíciles en la vida de todos y especialmente en una niña que asiste desde sus planteamientos infantiles y adolescentes a conductas que van más allá de la simple normalidad y que la afectan sobremanera, como por ejemplo las relaciones entre sus padres, inexistentes en muchos momentos y violentas en otros. En una segunda parte de la novela, ya de mayor tras haber pasado por experiencias laborales en Madrid y haber regresado a sus orígenes, la realidad del pasado la persigue y trata de inmiscuirse en su vida.
ADVERTENCIA para lectores en libros digitales. En una reunión de un Club de Lectura en el que se trató de este libro, algunas personas mostraron la sorpresa del cierre final del libro, que quedaba como abierto de una manera extraña. Una lectora aclaró, extrañada, que no, que estaba conectado el final con el párrafo inicial. En algunos casos, los lectores digitales se posicionan al abrir el libro en el primer capítulo (puede ser una opción en algunos, revisaré el mío) lo que impide lecturas de prólogos o contraportadas y puede llevar a situaciones como la descrita.
Te espera un destino trágico. (le dice Carlos a Amaia en una de sus conversaciones...)
Yendo al tema del libro, tengo que reconocer el esfuerzo y la maestría de la autora en la primera parte, la más extensa, por reproducir de forma escrita el lenguaje de una niña. Como ya me ocurriera en un libro comentado en este blog, «Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea», de Annabel Pitcher, me ha resultado muy costosa la lectura en esta modalidad de frases muy cortas, párrafos atiborrados de puntos y seguido. Como digo, ese transmitir en primera persona lo requiere y supone a mi entender un esfuerzo para la autora. Pero el tema planteado y el trasfondo de la cuestión engancha al lector y le anima a soslayar este inconveniente para ir poniendo luces con cuentagotas a la historia e ir descubriendo los personajes, trazados por la autora con una fina psicología que será agudizada si el lector conoce el trasfondo de la situación en aquellos años en el País Vasco Español.
Todas las comparaciones son odiosas y en asuntos de arte o literatura mucho más, pero uno no puede evitar al avanzar por sus páginas recordar la lectura de «Patria», de Fernando Aramburu. Este relato y aquel podríamos calificarlos de complementarios y, aunque son novelas de ficción y todo parecido con la realidad es pura coincidencia, la suma de ambos pueden dar una idea bastante cabal de lo que ocurrido en aquellos terribles años. Algunos vocablos vascos muy conocidos —aita, ama, aúpa, potear, txikitos, gaupasas, pribar...— salpican el texto invitando al lector a imbuirse más en el ambiente de la novela que como dato curioso «funciona» en pesetas en su primera parte mientras que en la segunda lo hace en euros, pura historia. Mi recomendación es sobrellevar la lectura de la primera parte buscando el trasfondo comunicativo para llegar a la segunda parte, condensada pero con unas pinceladas suficientes de la vida de Amaia en un lenguaje más llevadero para cerrar de forma redonda una novela muy ilustrativa y que merece mucho la pena.
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