Libro correspondiente a la 37 edición del Club de Lectura de ALQS2D durante el tercer trimestre de 2021.
Andrea Abreu, tinerfeña nacida en 1005 en Icod de los Vinos, un pueblo siempre nublado al norte de Tenerife famoso por su drago milenario, donde creció entre gatos y flores hasta comenzar sus estudios de periodismo en la Universidad de La Laguna a los 18 años. Tras varios saltos recaló en Madrid en el verano de 2017, para cursar el Máster en Periodismo Cultural y Nuevas Tendencias de la Universidad Rey Juan Carlos. Ha transitado por múltiples empleos —becaria, camarera, dependienta de una tienda de lencería… Ha colaborado en diferentes medios y publicado sus escritos en revistas y antologías. Coodirectora del Festival de Poesía Joven de Alcalá de Henares, «Panza de burro» es su primera novela, que ha cosechado un gran éxito de crítica y público.
Es verano, a principios de los 2000. Dos niñas, Isora y su amiga Shit se mueven en un pequeño pueblo rural tinerfeño con sus calles empinadas y sus alrededores siempre oscurecidas bajo un cielo (casi) siempre nublado. No sin disputas, sus relaciones con la familia y los del pueblo van conformando su vida y descubriendo la adolescencia y todas esas sensaciones nuevas que van surgiendo ante sus ojos.
Isora tenía los ojos verdes como un verdino verde como una mosca en agosto sobre el bocadillo de salpicón de atún en la playa de teno como una botella de vino vaciada la abuela de Isora se enfadaba y le decía te vacio por dentro te vacio hoy bebo sangre tuya cachoputa Isora tenía las tetas redondas y se le reventaron como la tierra cuando escupe una flor que primero pequeño luego grande la tierra de su pecho seca luego estrías la teta no le cabía en la piel y lloraba Isora tenía pelos en el pepe y a veces se los afeitaba todos hasta el güeco del culo y le picaba el culo Isora tenía un pelo negro tieso tupido como el cespe de mentira de las casas rurales en el pepe el pelo de Isora olía a molino de gofio a almendras tostadas a pan bizcochado ver a Isora llegar me hacía sentir tranquila como cuando escuchaba el potaje hirviendo a las doce y media [...]
Desde el principio, sorprende el lenguaje utilizado, puro
canario local, que destroza las reglas ortográficas, haciendo el relato extraño
e incómodo al lector en los primeros momentos. Una historia de niñez y
adolescencia en un pueblo de la Canarias profunda que poco a poco va calando en
el lector que se acostumbra y da significado a la multitud de vocablos que
suponen la jerga del lugar. «Fisquito a fisquito»
—poquito a poquito— el lector asume la rareza lingüística —fonética canaria
escrita— para descubrir de la mano de las protagonistas y sus aventuras
cotidianas las vivencias del pueblo y sus habitantes. Trama sencilla, historias
narradas en capítulos cortos que es un canto a la amistad, a las relaciones
personales, a la vida en un pueblo. Libro singular, valiente, impactante, extraño,
sensible, mágico y… atractivo, aunque seguramente habrá lectores que lo
consideren indigno de ser publicado por los vocablos empleados y los horrores
ortográficos. Para gustos hay colores… pero no es tan sencillo escribir bien
con vocablos ortográficos intencionados.
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