No podemos comenzar esta reseña con el identificativo de Twitter del autor, Edgar Allan Poe, pues en su fallecimiento ocurrido en 1849 en Baltimore no existían internet ni las redes sociales. Edgar Poe nació en 1809, hijo de actores ambulantes de teatro y desde muy pequeño tuvo que convivir con una vida azarosa a raíz del abandono de su padre y la posterior muerte de su madre cuando contaba dos años. Si bien fue recogido por un hombre de negocios de Richmond, John Allan, lo que supuso el añadido de Allan a su nombre, su salud enfermiza y depresiva, y su poca o nula resistencia al alcohol le hicieron llevar una vida desordenada en una época convulsa en los Estados Unidos. Aunque recibió educación en EE.UU. e Inglaterra, la relación con su padre adoptivo se fue agriando paulatinamente por la vida libertina y rebelde que le acompañó durante toda su vida. Un poco de alcohol era suficiente para sacarle completamente de sus casillas por lo que protagonizó numerosos y continuos episodios desagradables, siendo expulsado de la universidad y del ejército por sus comportamientos. A la edad de 18 años publicó su primer volumen de poesías titulado «Tamerlán». Ejerció como crítico en varias ciudades y aunque alcanzó cierta fama con sus escritos, nunca consiguió obtener el suficiente dinero para vivir de una forma holgada y coherente. Casado una vez y fallecida su esposa, estuvo a punto de contraer segundas nupcias, pero cuatro días antes de ello, sus amigos lo encontraron tirado y moribundo en una calle de Baltimore, ciudad en la que falleció.
Escribió poesía y alrededor de sesenta cuentos, tres de los cuales se encuentran en el libro que comentamos hoy: «El gato negro», «El pozo y el péndulo» y «Entierro prematuro», siendo su libro más famoso «El cuervo y otros poemas».
Dedicó sus mayores esfuerzos literarios a la poesía, donde se le tiene por un precursor del simbolismo. Es considerado como un maestro del género de los cuentos, aunque cuesta trabajo meterse en sus relatos, tenebrosos y de terror, en los que se mueve con gran oficio, siendo el precursor de este género y recreando atmósferas opresivas, siniestras y con tintes de irrealidad que anticipaban la ciencia ficción. Muchos autores modernos bebieron en sus fuentes de forma reconocida tales como Charles Baudelaire, Arthur Conan Doyle, Julio Verne, H.P.Lovecraft, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar entre otros muchos.
Me alegra de haberme asomado a estos tres relatos a sugerencia del Club de Lectura «Sinfonía de Libros» en el que participo; un asunto pendiente desde hace años con este y otros muchos de los llamados «clásicos» de la literatura. Poco se puede añadir a lo mucho dicho sobre la obra de este autor que no hayan dicho ya críticos y literatos de todas las épocas. Admirando su valía literaria y su imaginativa, no me posiciono en considerarle un genio o un bufón, pero con la lectura de estos tres cuentos ya he tenido bastante para hacerme una idea, con lo que pienso que tendrá que pasar mucho tiempo hasta encontrarme en un estado anímico que me incite a volver sobre textos de este autor. Lo que si es cierto es no dejará indiferente a ningún lector que se acerque a sus textos, que en algunas ocasiones, como ha sido mi caso, tendrá que releer una segunda vez para apreciar los escenarios planteados y la psicología del o los protagonistas, que en muchas ocasiones parecen una extensión de la propia personalidad del autor.
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