Consuelo García del Cid
Guerra (Barcelona, 1958) es directora del periódico digital Tenemoslapalabra.
Durante los años 70 y 80 colaboró como cronista con Ajoblanco, El Viejo Topo y
Ozono. Cofundó la revista literaria Orto. Sus obras de investigación-denuncia
sobre casos de abusos y maltrato a mujeres y robo de niños en centros públicos
durante el franquismo «Las desterradas
hijas de Eva» y «Preventorio de
Guadarrama. La voz de la Memoria» (Editorial Anantes) han tenido una amplia
cobertura televisiva en Espejo público de Antena 3. Autora del libro de relatos
«Por lo que hemos sido» (1980), formó
parte como poeta en la «Antología Nueva
Poesía Castellana» (1979) y en la «Antología
Peliart» (1980). Fue premio de poesía Literaducto (1979) y finalista del
premio de Novela Elyssée por su obra «Una
enjundia de nada» (1978). Es autora de la novelas «Al ladrón», «No me olvides»,
«Te la quitaré aunque esté muerto» y «Librada», así como de los ensayos
políticos «Ruega por nosotras» y «Camino de la justicia». (Texto recogido
de la solapa de portada del libro).
La siguiente sinopsis está
recogida de la tapa posterior del libro. Mientras España dejaba atrás la
dictadura y vivía con pasión su Transición democrática, los aires de cambio
llegaron mucho más tarde para un numeroso grupo de mujeres jóvenes. Abusos,
maltratos físicos, humillaciones, incluso robos impunes de sus propios hijos
constituían la ley cotidiana en tenebrosos centros de privación de libertad
para mujeres jóvenes, como la llamada Maternidad de la Almudena. Unos
siniestros muros entre los que malvivían adolescentes cuyo único
"pecado" fue atentar contra las buenas costumbres al bailar
agarrados, fumar a escondidas, tener relaciones sexuales, replicar a un padre
autoritario o quedarse embarazadas. Ha tenido que pasar mucho tiempo,
demasiado, para rescatar del olvido la historia de aquellas mujeres. Por fin ha
llegado el momento de contar esa verdad. Esta es la dolorosa crónica de un
pasado reciente todavía trágicamente desconocido. Una asignatura pendiente de
esta democracia, que aún aspira a una dignidad moral que la historia y millones
de personas todavía exigen.
Los testimonios que se
suceden uno tras otro en los diferentes edificios desgarran la mente del lector
que se resiste a seguir leyendo. Niñas y adolescentes, «jóvenes caídas o en riesgo de caer» en el argot del régimen, eran «recogidas»
por el «Patronato», muchas veces a instancias de sus propios padres, donde
vivían días de horror infligidos por figuras que se suponían de referencia como
eran sacerdotes, religiosas, médicos o similares. Sitios tristemente famosos
como El Preventorio del dr. Murillo en Guadarrama (Madrid) o La Maternidad de
la Almudena, en Peñagrande (Madrid) entre otros muchos ubicados en la geografía
nacional competían por ser los más temidos por las internas por sus prácticas
cuasi carcelarias cuando no de verdaderos campos de concentración. Los
testimonios son terroríficos y más cuando se conoce que el asunto se alargó
hasta principios de los años ochenta, cuando se supone que la democracia
llevaba años instaurada en el país. Y todo esto conecta por si fuera poco con
el tema de los «bebés robados» práctica que suponía pingües beneficios a unos
cuantos desalmados que se aprovechaban de estas niñas y adolescentes,
robándolas sus hijos, mientras las autoridades competentes miraban para otro
lado cuando no fomentaban estas prácticas, insisto, no solo en la época franquista
sino bien entrada la democracia. Otra asignatura pendiente de las muchas que
quedan por cerrar de aquellos «oscuros años».
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